Hola a todos/as,
La expresión que da título a esta entrada es la que se usa cuando queremos dar a entender que alguien dice tener más hambre de la que realmente tiene. Pero hoy la usaremos en un sentido distinto.
¿Os habéis fijado lo diferente que es la fruta "de supermercado" de la fruta "de huerta"? Seguro que vuestro abuelo o vuestro padre (o el de un amigo) tiene un huerto del que habéis comido alguna vez un tomate, un melón o cualquier otro fruto. ¿A que parece tener mucho más sabor que la fruta que encontramos en el supermercado? Pues no sólo lo parece: es así.
Y es que en la sociedad que vivimos necesitamos perfeccionar tanto la apariencia de todo que hasta la fruta tiene que ser perfecta a la vista: las manzanas, brillantes; los tomates, totalmente esféricos; las patatas, perfectamente lisas; las peras, sin una pinta. Sin embargo, para conseguir que las frutas y hortalizas tengan en el super un aspecto "perfecto", se recurre a rociarlas con diversos productos químicos, se altera su proceso de maduración... ¡¡incluso se embadurnan con ceras!!
La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Vale la pena poner en riesgo la salud gastando energía en mantener fresca la fruta durante un tiempo excesivo e ingiriendo toda una serie de sustancias tóxicas? ¿Sólo porque parezcan sacadas de un cuadro de museo?
Aquí arriba os he colgado un anuncio de televisión que ya es clásico (aunque cada año se renueva) y que lleva años enseñándonos a elegir los alimentos por el sabor y la salubridad en lugar de por la apariencia.
Pero además os invito a leer este artículo sobre las barbaridades que se hacen con las frutas para que "parezcan" más saludables, olvidando que, al final, para lo que sirven es para comerlas. Y, en este tipo de alimentos, la apariencia externa suele estar reñida con el sabor.
Un saludo,
Ramón.
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